lunes, julio 31, 2006

Servilletas de Bar - 2


Huelén


Cuando Jiménez despertó, vio que Neculñir aún estaba allí, con el torso desnudo al igual que otros doscientos hombres armados, que colmaban la plazoleta del Cerro Santa Lucía.
Jiménez, atado y amordazado, escuchó los gritos en mapudungun de los descamisados, los primeros tiros al aire y las sirenas, que venían de la calle. Se incorporó apenas, y vio que la policía comenzaba a rodear el cerro.
Torciéndose hacia atrás, pudo ver la hora en su muñeca izquierda, atada y amoratada. Las 12:05.
Putas – se dijo. No disparé el cañón. Me van a echar de la pega.